Los que ya me conocen saben que pienso que la muerte es un tema del que creo que todos deberíamos hablar con la misma naturalidad que hablamos de un nacimiento. Es la única certeza que tenemos en nuestra vida. Vamos a morir. Pero transcurrimos la vida escondiendo el tema bajo la alfombra. No hablamos de ello, lo evitamos y siempre pensamos que es un tema que afrontaremos ya como ancianos.

Les tengo una mala noticia. No es así. Puede ocurrir hoy mismo. Sin embargo nos cuesta vivir como si hoy fuese el último día de nuestras vidas.

En ese marco, hace varios años que intento vivir como si no hubiese mañana. Reduje los bienes materiales a un tercio, me enojo menos, elijo mis trabajos por la aparente satisfacción que me traen, independientemente de lo que pudiesen pagarme y trato de dedicarle más tiempo a mi familia. Una cosa trajo la otra. Si no viviese en forma más austera, no podría elegir. Estaría atado a ese tren lleno de vagones que debo arrastrar cada mañana.

Hace un año y seis meses, descubrí que soy portador de un gen mutado, el gen CDH1. Ese gen predisponía que mi cuerpo genere cáncer de estómago con una probabilidad del 80%. Como lo generaron mi abuela, mi tía, mi papá y mi hermana mayor.

Tuve la suerte de que la tecnología y un médico increíble me ayudasen a detectarlo. La solución estaba al alcance de mi mano. Y acepté la sugerencia de sacarme el estómago, lo que reduciría la chance de 80% a 0%.

Para muchos era una decisión errónea, para otros arriesgada. Para mi era una increíble oportunidad que me daba la vida.

La operación tuvo una complicación que hizo que fueran finalmente 3 intervenciones. Fueron 5 semanas y no 2 las qué estuve internado. Pero no recuerdo lo que es el dolor ni el sufrimiento. No puedo recordar nada malo. Todo lo veo con la gratitud de quien salva su vida.

Unos meses previos a la operación, pensé en la posibilidad de que podía eventualmente morir. Creo que solo una vez. Y sonreí con la satisfacción de que había hecho todo en mi vida. Tenía una familia maravillosa. Un extraordinaria mujer que amaba y cada tarde anhelaba reencontrar. Viajaba cuanto podía y la economía me permitía. Es lindo ver que el proceso de cambio iniciado años antes, me encontraba en el lugar que quería aun cuando la muerte me cruzara en el camino de la vida.

Les voy a contar algo que muy poco saben. Me operé el 15 de agosto y estaba trabajando desde la habitación una semana más tarde. Estaba feliz. Justo la empresa en la que trabajaba sufrió un duro golpe y estuve 5 meses sin cobrar. No se si pueden imaginarse estar operado, en recuperación de 3 cirugías, con múltiples gastos y tener que cambiar todos, absolutamente todos tus ahorros para vivir. Y, para peor, no poder buscar trabajo por estar en recuperación… Puede parecer difícil. Pero agradecer estar vivo, sano y rodeado de los que te quieren, es increíble, sanador. Estaba con las preocupaciones lógicas del día a día, de estar internado y no tener ingresos pero lo fuimos sobrellevando. Enfrentarte a situaciones límites te cambia la perspectiva. Creo que antes hubiese colapsado de estrés.

Luego de la operación comía todo triturado como un bebé. Tuve una yeyunostomía por casi 3 meses. Bajé 12 kilos. Pero estaba bien. Estaba “irracionalmente” en paz.

Pasaron 12 meses. Cambié de trabajo. Pude elegir uno que me gusta y no solamente el que necesitaba. Retomé los viajes que la golpeada economía me deja (sobre todo gracias a las millas acumuladas). Volví a hacer deporte. Corrí 10k lejos de los 42k que podía hace un año. (Ahora interrumpido para ganar peso).

Hoy todo marcha sobre ruedas. Soy una persona sana, sin estómago, pero soy capaz de comer tanto o más que previo a la operación y llevo una vida completamente normal.

No puedo mirar lo que viví de otra manera que como un regalo. No hay forma que sea el mismo luego evaluar la vida por el tamiz de lo vivido.

Pero escribí mucho de lo que hoy pienso antes de saber que pasaría por esto. Por eso animo a quien esté pensando en pegar el volantazo, a hacerlo sin esperar un cachetazo…

Si te agobia tu trabajo, cambiá ahora.

Si te cuesta mantener la estructura (casa, auto, colegios, prepaga, etc.) comenzá de a poco pero empezá el cambio.

Viví con menos. Pero realmente con mucho menos. Tirá/regalá adornos, cuadros, repisas, muebles, ropa que no hayas usado en el último año, zapatos, zapatillas, lo que hay en los cajones y no usas…

Viajá más. En tren o en colectivo hacia un paseo sin costo. A un museo. A un parque. A 30km de tu casa. A Bariloche o a Roma. A donde el presupuesto te deje.

Pero por sobre todo, pensá que si la vida mañana se terminase, si estas haciendo o harías lo mismo que hiciste hasta ahora. Si la respuesta es No, hay una punta por donde empezar a trabajar.

Soy más amigo de los procesos que de los cambios abruptos. Creo que se puede cambiar. Y puede empezar un día haciendo limpieza de cosas “inútiles” en casa.

Un día leí un graffiti en un subte de París que decía: “el día que estés listo para morir, vivirás por siempre”. Creo que es así. Vivir como si fueses a morir, estar listo para enfrentar ese momento, genera una paz y gratitud por cada día en que uno se despierta, que hace que la vida se viva de otra manera.

Hace un tiempo escuché una charla TEDx de un médico que le había preguntado a un niño muy pobre qué le pediría a un mago si le pudiese conceder un deseo. El chico contestó “bañarme con agua caliente cada mañana”. Bueno, mirá si hay cosas por las cuales agradecer. Cuando me veo muy flaco (que me cuesta) o veo las cicatrices en la ducha, pongo el foco en el agua caliente. No hay manera de que el vaso medio vacío supere la mitad llena.

Y eso resume estos doce meses. Todo tuvo sentido. Todo tuvo un por qué. La vida me sigue demostrando que es hoy y ahora. Y mientras cada mañana pueda darme una ducha caliente, el resto es agradecimiento por lo afortunado que soy. Muera hoy o en 40 años.