juano_flyer_logo_final-15Esteban llegó puntualmente al bar a la hora convenida, ni un minuto antes ni un minuto después, a pesar de que su trayecto Versalles-Belgrano en colectivo se viera interrumpido por varios cortes de tránsito. Su puntualidad tiene mucho que decir de su personalidad. Llega agitado, diciendo que casi no llega a tiempo. Con eso gesto ya se había ganado mi corazón. En tiempo donde la puntualidad no es un valor y si reclamás puntualidad sos tildado de estructurado, Esteban estaba “en punto” dispuesto a regalarme dos horas y media de su tiempo. Además terminó pagando el almuerzo porque no aceptó de ninguna manera que yo lo invite. Su verdadero nombre es Stefan, pero se lo cambiaron por Esteban al llegar a la Argentina. Su nombre de fantasía, “el abuelo que todos queremos tener”.

Stefan me contaría una historia fascinante pero, como tantos otros entrevistados, me dejaría una inquietud casi tan importante como su relato. Stefan me transportó a las calles de Turquía, a sus juegos con sus amigos en la escalera de la casa donde nació, a su colegio como pupilo en un Isla de Estambul. Viajé en detalle por los baños turcos y las calles de Esmirna… Recorrer un destino tan increíble como cautivante dirigido por una persona como Stefan, debe ser uno de los regalos viajeros más lindos que uno puede tener como hijo o nieto.

De familia paterna búlgara y materna francesa, Stefan nació en 1932 en la República de Turquía.

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Fuente: www.casaturca.org

El hecho de que Stefan haya nacido hace 84 años en un país que limita con Armenia, Azerbaiján, Bulgaria, Georgia, Grecia, Irán, Irak y Siria, me sumergió en su vida e infancia de una manera particular. Amo viajar y la posibilidad de realizar estas entrevistas para “Historias de un viaje” me emocionan, me instruyen y despiertan una avidez extraordinaria por saber cada detalle de la vida y contexto de la generosa persona que sin ningún tipo de dato sobre mi vida, abre su corazón y confianza en forma increíble para contarme sobre la suya.

Cuestiones laborales habían reunido a su familia francesa y búlgara en Turquía, más precisamente en Esmirna, sobre el Mar Egeo. En el caso de Stefan, su padre ingeniero había sido contratado para la construcción la fábrica de la British Tabaco. Una vez concluida la obra, se quedó allí por los posteriores y continuas ofertas laborales.

Cuando el padre de Stefan conoce a su madre, tuvo que aprender francés para comunicarse con la que sería su esposa.

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ESMIRNA, Turquía – Foto: www.nataliadl.com

Stefan pasó su infancia en Esmirna donde cursó sus estudios primarios. La elección del colegio secundario lo encontró en Kadiköy, Estambul, como pupilo en un colegio católico fundado en 1857: Lycée Saint Joseph. Por suerte muchos de sus amigos de Esmirna siguieron el mismo camino y a Estambul no partió solo.

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Colegio Saint Joseph, Kadikoy – Foto: www.istambulguide.net 

Increíblemente, por celos profesionales de colegas turcos, su padre es expulsado del país por el gobierno cuya relación con Bulgaria nunca fue amistosa y pareciera que esto le jugó en contra. Al momento de la expulsión Stefan tenía 14 años y su madre estaba embarazada de su tercera hija.

Al tiempo, su abuelo materno muere y Stefan queda en Turquía sin su abuelo ni su padre. Cuando Rusia penetra en Bulgaria en la segunda guerra mundial, a su padre le impiden salir.  La familia no se volvería a reunir hasta llegar a la Argentina.

Su madre y sus dos hermanos serían su familia en Turquía. Los podía visitar en Navidad y en Pascuas, momento en que salía del colegio y viajaba a Esmirna durante 15 horas de viaje que incluía el cruce del Mar de Mármara.

El deporte fue su pasión desde chico. En todos los recreos de media hora tenían que hacer un deporte (basquet, voley o fútbol). Dormía junto a 70/80 chicos en grandes habitaciones. Los sábados y domingos, días en que visitaban la ciudad de Estambul, rememora sus salidas al cine y a los baños turcos. Según Esteban, éstos últimos “eran la gloria“.

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Baños turcos – Foto: www.estambul.es

Stefan guarda hermosos recuerdos de su paso por el colegio como pupilo pero reconoce que cada partida de Esmirna para volver a Estambul le dolía particularmente. Dejar a su madre pero en especial a su abuelo le costaba. “Mi abuelo fue la persona que más quise en el mundo“. Al decirlo se emociona y me emociona.

Al finalizar el colegio secundario Stefan tenía que hacer el servicio militar. Pero obtiene la visa para irse a la Argentina donde residía una hermana de su madre. Por unos meses Stefan estuvo en Argentina, su madre y hermanos en Turquía y su padre en Bulgaria.

El viaje a la Argentina fue en un barco Ana de la línea C. Partió solo en lo que se suponía sería un viaje de 30 días. Pasó por Grecia hasta Génova donde luego de una escala de tres días partiría hacia Buenos Aires.  Pero el barco se rompe y la escala duró un mes. En esa escala forzada de 30 días, Stefan recorre los alrededores y en una visita a un cementerio se encuentra a sus compañeros de colegio que estaban en viaje final de estudios. Increíble lo “chico” que es el mundo. Le comento sobre dicha aventura a su edad pero me aclara: “no te olvides que ya tenía 18 años”.

Stefan arriba a la Argentina el 24 de agosto de 1950. Si bien desde niño hablaba cuatro idiomas, ninguno de ellos era el español. Hablaba turco, por su país de nacimiento y residencia, búlgaro por su padre, francés por su madre y el colegio al que concurría, y griego por la señora que ayudaba en la casa familiar que no hablaba otro idioma.

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Barco Anna C – Foto: www.histarmar.com.ar

Sus tíos lo recibieron en Argentina y se fue a vivir con ellos. Apenas llegado, acompañaba a su tío al trabajo para conocer la ciudad y el idioma. Pero me revela su método de aprendizaje del español: “todas las tardes iba al cine. En aquel entonces, sobre la calle Lavalle había un cine en el que proyectaban tres películas. No era caro. Como eran subtituladas, interpretaba lo que veía en la película y lo que leía. Así aprendí rápidamente“. Evidentemente Stefan tiene facilidad para los idiomas pero también tuvo la voluntad de adaptarse al nuevo país que lo recibió.

Unos meses después arribarían a Buenos Aires su madre  y sus dos hermanos. Su padre aún seguía en Bulgaria sin poder salir. Un compañero de trabajo le dice que le escriba una carta a Evita explicándole que su familia estaba en Argentina pero su padre en Bulgaria. Evita intercede y a los meses la familia se reúne. El padre de Stefan conoce a su hija al llegar al puerto de Buenos Aires, ya que doce años antes, al ser expulsado de Turquía aún estaba en el vientre de su madre. Muchísimo tiempo la familia estuvo separada. Intentar imaginar esa situación en mi actual vida familiar, donde también soy padre de tres hijos me estremece. Pero nuestros predecesores realizaron muchos sacrificios, más de los que imaginamos. Al tiempo su padre le escribe una carta de agradecimiento a Evita. No esperaban una respuesta, como cuando le hicieron el pedido para que el Gobierno Búlgaro le permita salir. Pero Evita responde con una tarjeta que aún atesoran.

A través de su tía consigue un primer trabajo para realizar cobranzas para la empresa suiza de chocolates Suchard. Estar todo el día en la calle le sirvió para conocer Buenos Aires en detalle y practicar el idioma.

Aun recuerda la anécdota en que un griego dueño de varios cines lo hizo esperar horas para pagarle. Ante la insistencia de Stefan le pagó toda la deuda con billetes de un peso. Eran tantos los billetes que no tenía donde ponerlos. Lo insultó en griego. Stefan, sin reaccionar, le respondió también en griego: “muchas gracias“. A partir de ahí cambió la relación. Le servía café cada vez que iba y le pagaba con billetes de mayor denominación.

Un ascenso laboral, como colaborador de un nuevo gerente general, fue posible gracias a su dominio del francés ya que el recién llegado no hablaba otro idioma. Pero no solamente su conocimiento de idiomas lo ayudaron en su adaptación a nuestro país. El tenis, y su talento importado de Turquía para jugarlo, lo ayudaría a conseguir sus primeros contactos y futura esposa. En un club de tenis se la presentaron. Stefan tenía 20 años. Su esposa con 15. Iniciaron una relación que culminaría con el casamiento 6 años más tarde. Tuvieron 3 hijos y residen en Argentina hasta el día de hoy.

Su desarrollo profesional transcurrió en Suchard. Permanecería 41 años en diferentes posiciones como Subgerente de Marketing, Gerente de Compras y Gerente de Administración y Finanzas.  Conoció 22 países. Allí se inició como cobrador con un precario español y allí se jubiló como personal jerárquico.

Stefan volvió a Turquía solo una vez. Lo encontró todo muy cambiado. Modernizado. Cuando le decía a su mujer de viajar a cualquier lado, ella quería volver a Turquía. “Se enloqueció. Le encantó Turquía“. En cambio Stefan siente que el país que lo vio nacer y crecer trató muy mal a su familia.

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Mesquita Azul – Foto: www.estambul.es

En su primer y único viaje de regreso a Turquía, Stefan visitó el colegio del cual egresó. El guardia le explicó que no podía ingresar porque al ser domingo no había nadie para atenderlo. En ese mismo instante un auto sale del establecimiento. Era el director. Al enterarse que se trataba de un ex alumno que vivía en Argentina, le pide disculpas de no acompañarlo pero le dá vía libre para recorrer las instalaciones. Stefan y su esposa estaban con un guía turco que hablaba castellano. Al reconocer a Stefan en fotos de su época del secundario se emociona hasta ponerse a llorar. Stefan fue un celebridad deportiva y el colegio lo exponía con orgullo. Fue un momento muy lindo que Stefan pudo compartir con su mujer.

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También visitaron Esmirna. Llegaron a la casa donde habían nacido Stefan. En las escaleras de acceso había unas personas sentadas. Con gestos le explica que allí había nacido. Lo invitan a ingresar… La casa había sido convertida en un restaurante de gran lujo. En la planta baja había salones y Stefan recordaba que había un patio con un árbol de higos. Se lo comenta como puede en turco y lo llevan hasta la higuera que seguía estando allí. Les agradece y cuando se estaba retirando, un hombre lo llama y le pregunta ¿es verdad que ud. nació acá? Era el dueño del lugar. Lo invita a quedarme y Stefan disfrutó de los recuerdos de su infancia junto a su mujer en una cena en la casa que lo vio nacer.

Ojalá Stefan hubiese estado con sus hijos o sus nietos en ese viaje a Turquía. Tampoco sé si él lo hubiese querido. Pero quiero proponerte que si tenés a tus abuelos vivos y son inmigrantes, te animes  a organizar un viaje para recorrer las calles en las que ellos jugaron, el colegio donde estudiaron, la iglesia donde se casaron y el puerto de donde partieron. No dejes este tema pendiente. Es parte de tu historia seguramente será uno de los viajes que recuerdes toda tu vida.

Es un honor conocer estas historias de vida. Le debemos mucho a quienes nos precedieron. Su sacrificio, dolor por la separación, un trabajo que  muchas veces no conoció descanso y una actitud de vida ante la separación, es parte del orgullo familiar que muchos de nosotros podrías reconocer en un viaje como homenaje.

Recorrer las vivencias con quienes se sacrificaron enormemente para que hoy tengamos todo lo que tenemos, puede cambiarnos la óptica con la que hoy miramos el presente. Y de ello se trata esta sección.

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