Juano_Flyer_logo_Final-15Cuando decidí abrir la sección del blog llamada “Historia de un viaje“, me encontré con experiencias diversas e impactantes. Al punto de que hoy las historias llegan más rápido que mi capacidad para bajarlas a un POST. En ellas voy descubriendo el viaje como motor de causas imposibles, viajes que cambian el rumbo de nuestras vidas o viajes que representan la motivación que nos falta para un cambio o desafío.

Viajero con mochila

En lo personal con el running y los viajes me pasa algo especial. Cuando decido correr una carrera de al menos 42 kilómetros, lo hago fuera de mi ciudad. Si bien nunca lo había pensado de esa manera, todas las carreras “largas” que hice, fueron fuera de mi ciudad de residencia. El ponerme un objetivo deportivo que incluya un viaje, me da ese plus adicional para entrenarme y superarlo. Así viviendo en Chile corrí mis primeros 42k en Buenos Aires, luego otros 42k en Villa Ventana, otro 42k en Villa La Angostura y el Cruce de los Andes 100k partiendo de Chile.

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En las historias compartidas de Rosanna y Amparo, sus futuros maridos viajaron a Argentina desde España e Italia con la certeza que esos viajes cambiarían sus vidas. Las relaciones se mantuvieron por carta, con el amor  intacto por la certeza del reencuentro.  Esos viajes representaban la puerta al futuro. Y a pesar de no ser fácil, decidieron cruzarla.

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La semana pasada entrevisté a Martin, un extraordinario corredor que decidió viajar a Grecia para correr la Spartathlon, una carrera de 246 kilómetros entre las ciudades griegas de Atenas y Esparta. En este caso, si bien no se lo pregunté a Martín explícitamente, el hecho de haber invertido una gran cantidad de dinero (que no tenía) para que viajen sus padres, entrenador y amigos, creo que fue decisivo en varios momentos de la carrera en que los fantasmas aparecieron en esas oscuras calles griegas que Martín surcó durante 36 horas.

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Hace 3 años, mi papá fue diagnosticado con cáncer por segunda vez en su vida. Era el mes de Febrero/Marzo. Con mi mamá estábamos sentados en un café con un médico que lo atendía. Nos dijo que el caso era muy complejo y si bien no lo expresó con todas las letras, nos dejó en claro que no había demasiadas esperanzas. Le comentamos que teníamos un viaje programado para Julio de ese mismo año. Papá, siendo diácono, concelebraría el matrimonio en España de su único sobrino hombre, hijo de su única hermana. Lamentablemente el médico lo dijo claro: “conozco casos de pacientes cuyos objetivos los mantuvieron vivos. Como el caso de un hombre que teniendo muy pocos meses por delante, se enteró que sería abuelo y la peleó hasta que tuvo a su nieto en brazos. Al otro día murió, pero cumplió el objetivo de conocer a ese bebé. También un caso de otro paciente que su hija volvería del exterior. La esperó y pudo volver a verla. A los días murió pero el deseo de volver a abrazarla fue el objetivo que lo mantuvo vivo.” Con mamá salimos del café, sin ganas de pensar en ello y dijimos “será cuestión de planear un viaje cada 6 meses”.

Papá viajó. La pasamos genial. Verlo en el altar fue uno de los últimos momentos que lo vi tan radiante. Bailó en la fiesta. Disfrutó con toda su familia que vive en España. Comió de TODO. Y cuando digo TODO no solo en la fiesta sino en los 15 días que estuvimos en su tierra natal España. Lo retamos, le dijimos que se cuide, pero no hizo caso. Disfrutó cada minuto como si fuera el último. Regresamos y desde allí su cuerpo se fue apagando hasta que el 8 de diciembre falleció.

El médico tenía razón. El viaje para presenciar la ceremonia de casamiento de mi primo lo mantuvo en perfectas condiciones. Pero como le pasó a ese abuelo o a ese padre que nos contó, es como si el objetivo cumplido se hubiese llevado también sus defensas y su ultima gota de vida.

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En otros casos los viajes por delante, forzando poner la fecha, es lo único que nos permite ahorrar. Soy de los que emite los pasajes 11 meses antes y disfruta ese período de austeridad por el objetivo que vislumbro. Por eso no es raro que antes de viajar, ya estoy organizando el próximo. En mi caso no puedo ahorrar para luego viajar. Es al revés, saco los pasajes (generalmente en cuotas) para luego viajar. El viaje es el norte necesario. Necesito tener los pasajes, para que luego todo fluya hacia el objetivo.

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Hace dos semanas invité a mi mamá a que hagamos el Camino de Santiago de Compostela juntos. Serán 120 kms en 6 días. Solos madre e hijo. Mamá ya se anotó con un entrenador para llegar a punto. Nuevamente un viaje consigue esa motivación adicional para realizar un cambio de habito hacia una vida más saludable que de otra manera no se había planteado.

Por eso es bueno preguntarse si eso que anhelo y no logro cambiar o alcanzar, no necesitará un mirada en perspectiva que solo puede darnos un viaje. Un cambio en la relación madre-hija, suegra-nuera, inicio de un estudio, cambio hacia vida saludable o cambio espiritual, una mejora en la relación de pareja…¿no necesitará de un viaje que no nos animamos, no pensamos o no nos permitimos hacer?

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