Juano_Flyer_logo_Final-15Rosanna es la abuela de un compañero de trabajo. La veré por primera vez pero pareciera que ya nos conociéramos. Su nieto la describió como es. Un ser especial. Es de esas personas que vino a este mundo para dejar un legado. Su historia es el motivo de este post porque creo que para mejorar el futuro debemos conocer el pasado. Rosanna pasa dejando huella y quiero aportar mi granito a que se difunda.

Sin conocerla, nuestra vida está ligada. A pesar de trabajar con su nieto en Capital Federal, con Rosanna compartimos la medianera de nuestros jardines en San Isidro. No sé que pensar. El destino de alguna manera nos iba a unir. Vivíamos a metros. La habré cruzado en el supermercado, en la farmacia o quizás en la calle…. Rosanna es un tesoro que estoy por descubrir.

Toqué el timbre de su casa a las 19 hs. Llevaba un ramo de flores en agradecimiento a su deferencia. No tengo a ninguno de mis abuelos vivos y la tomaría prestada durante unas horas. Me recibió dándome la mano, una correcta formalidad para una persona que se saludaba con un desconocido.

La historia de Rosanna me atrajo por múltiples motivos. Dejó su Italia natal escapando del horror de la guerra en busca de un futuro mejor. Pero a la vez vino a la Argentina siguiendo un amor. Viajó en barco, muy distinto a nuestros actuales cruces del Atlántico. Con sus 88 años tiene una vitalidad envidiable. Es sobre todo una fuente de sabiduría. Es generosa. No tiene problemas en compartir su historia, por momentos con detalles personales que no le ruboriza transmitir.

Quería conocer detalles de la decisión de desarraigo. Del viaje, de su partida y su llegada a un país que no conocía. Del sentido del esfuerzo que por momentos, mi generación, parece haber perdido.

ITALIA – Infancia alegre y luminosa. Adolescencia dolorosa. 

La Guerra

Rosanna nació en Milán. Entre sus recuerdos de infancia menciona los veranos entre playas y Alpes. “Pueblos trepados a las laderas, bosques perfumados, de pesca con su papá en arroyos y ríos transparentes”. Ella define su infancia como “un tiempo alegre y luminoso“. Un día ese mundo “normal” terminó. Recuerda el día que, de regreso desde una colonia de vacaciones en tren, su mamá que la esperaba en el andén la abrazó fuerte. Muy fuerte. Extraordinariamente fuerte y estaba llorando. Le dijo “a vos también te va a tocar. Otra vez la guerra“. Era agosto de 1939 y Alemania había invadido Polonia.

Su familia era consciente de lo que se avecinaba, ya que sus familiares habían vivido la primera guerra mundial. Ella, con sus 11 años, apenas podía imaginarlo. Italia entró en guerra un año después. Comenzaba el verano y escuchaba que parte de los hombres de la familia se alistarían. Nada sería igual.

Sus días transcurrían en parte dentro del refugio armado en el sótano familiar. Comenzó a faltar el gas, en la escuela escribía con guantes. Luego comenzó a faltar de todo. La primera vez que sintió y vió las baterías aéreas pensó que eran fuegos artificiales. El llamado a su padre para alistarse le robó su infancia. Despedirlo en la estación la hizo sentir “grande”.

Su primer amor llegaría a los 16 años. Era aviador. Rubio y de ojos celestes. La iba a buscar al colegio y volvían de la mano. Un día Luciano se fué con su escuadrilla y no volvió. Su avión había caído en los cielos de Libia.

Conoció Roma para visitar a su padre que yacía herido en un hospital. Volvió con vida pero sin sus piernas que debieron ser amputadas. Se fueron a vivir a las afueras de Milán, ciudad que fué destruida en un 80%. Dado que su padre recibía una pensión por invalidez de guerra, ella no recuerda haber tenido problemas económicos a pesar de lo dura que era la época.

En la primavera de 1945, cuando ella tenía 17 años terminaba la guerra. “Cuando llegó el fin de la pesadilla, las llagas se hicieron mas hondas. Terminó el miedo pero empezó el horror. Finalmente la guerra se llevó a mi papá. Trágicamente. Y mi abuelo se murió de pena.” Esta parte de su historia quizás sea la más dolorosa. No entraré en detalles, quiero de alguna manera preservar su intimidad y destacar su capacidad de resiliencia por sobre los detalles impactantes en que muere su padre.  

“Pero había que resurgir, ir para adelante como nos habían enseñado.”  Su familia quedó conformada por su mamá y su hermano de 10 años. Sin embargo la vida le dió una tregua y conoció al amor de su vida….

Como voluntaria en un hospital conoció a Giorgio, quien se recuperaba de graves heridas.

Argentina – Esperanza. Futuro. 

Su historia en Argentina fué fortuita. Giorgio, con un amigo brasilero, se embarcaron en 1947 con la idea de desarrollar su futuro en Brasil. Pero por problemas políticos de la postguerra, Brasil no los recibió y terminaron en Argentina. Al llegar estuvo preso 15 días en la Isla Demarchi hasta que regularizó sus papeles un familiar de su amigo.

Estuvieron separados 1 año. Se comunicaban por carta. Fueron 10 cartas que aún Rosanna atesora. Giorgio le pide matrimonio. Ella tenía 19 años. Rosanna le comunica a su familia que partiría a la Argentina. Su madre y su hermano (12 años) deciden sumarse. No veían un futuro en Italia. Una vez confirmado y documentado el pedido de enlace, estuvieron listos para partir.

El viaje a Argentina

Su madre cambió 30 libras esterlinas heredadas del padre y sacó pasajes en el barco Anna C. Lamentablemente el pedido de enlace que había tramitado Giorgio se extravió entre la burocracia argentina y perdieron el barco. Su suerte los condujo al Enrico, Linea C de la empresa Costa,  15 días más tarde.  Con una exactitud que asombra, Rosanna me cuenta que se trataba de un barco carguero que había servido en la guerra y se notaba por su aspecto,  de 10.000 toneladas. Eran 52 pasajeros, 40 de los cuales viajaban en bodega. Ella lo hizo junto a su familia en un camarote. Comían en la mesa de los oficiales, un lujo que hoy destaca para reflejar que no recuerda el viaje como duro ni penoso.

Le consulté si recuerda como fué empacar su vida para inciarla tan lejos. Me aclaró que no tenían mucho, les habían robado todo. Sus padres nunca fueron propietarios de donde vivieron, por lo que no dejaron “cosas de valor” en Italia. Su bien más preciado era una bicicleta con motorcito que trajo en un baúl. Su madre, en el afán de llevarse “algo”, trajo cacerolas y hasta cucharas de madera.

La travesía duró 27 días. Partieron de Génova, pasaron por Nápoles e hicieron la última escala en Montevideo donde se detuvieron un día. Recuerda con sorpresa que la tripulación, mientras cruzaban el Ecuador, armó con lonas una pileta que llenaban con agua salada a través de enormes mangueras. Rosanna viajaba muy enamorada. “Si era Brasil, Argentina o China a mí me daba lo mismo”. Al preguntarle qué imagen tenía de la Argentina me confesó que casi ninguna. Porque como el destino original era Brasil, ella fantaseaba con palmeras…

Buenos Aires

El recibimiento en Buenos Aires no fué el mejor. Arribaron en pleno invierno. El ingreso al puerto de Buenos Aires duró 8 horas por la neblina. Hacía muchísimo frío. El sabado 12 de junio de 1948 arribó al Puerto de Buenos Aires. Todo le pareció gris. Apenas arribada, fué apresada por ser menor de edad (si bien viajaba con su madre y su hermano). No estaba el pedido formal de enlace y para evitar la trata de blancas, solo ingresaría al país si estaba casada. Giorgio debió dejar $1.000 en garantía (equivalente a un pasaje de vuelta a Italia) y organizar el matrimonio.

Casamiento

Finalmente se casaron 8 días despues del arribo, el 21 de Junio. Durante sus días en el Hotel de Inmigrantes, Rosanna lavó su ropa interior en el baño. Con lo puesto (le habían retenido todo su equipaje), escoltada por un funcionario que demoró en pasarla a buscar, llegó tarde al registro civil donde la esperaba Giorgio. Su madre le regaló su propia alianza (que hoy lleva puesta y me mostró orgullosa) y Giorgio usó un anillo que le quedaba enorme. Era la única opción que tenían. El anillo se lo había ganado su hermano a un marinero jugando a las bolitas durante el viaje que acababan de finalizar. Luego que el funcionario los escuchó dar el consentimiento marital, le devolvió su pasaporte retenido y sin decir nada, se retiró.

Sus inicios en Argentina

Lo mejor de Argentina es su gente. Su espontaneidad. Te abren la puerta. Recorrimos la Argentina toda . Me enamoré de su territorio y su gente”.

Trabajamos muy duro. Nos levantábamos a las 4 am y regresábamos a casa a las 8 pm.

Antes de partir, su suegra le había regalado dos pendientes. Ella no tenía ni agujeros en las orejas… Los vendió y con ese dinero sumado al fruto de su esfuerzo, a 4 años de llegar a la Argentina, pudo comprar su primera casa. “Acariciaba las paredes y me preguntaba  – será esto lo que dicen es la felicidad?”

Le pregunté por la comida y me contó que durante su detención,  su primer contacto con la comida en Argentina,  los demás “prisioneros” preparaban guisos, mezclas con algo de carne en ollas. Ella comía pizza y mandarinas que le traía su hermano y le pasaba tras la reja del lugar. Lo que si disfrutaba muchísimo, era el pan. Le encantaba.

Giorgio deja en Italia la posibilidad de recuperar parte de su herencia. Que no era poca cosa. Rosanna no se lleva nada, solo una bicicleta. La guerra había destruido todo. Ambos empiezan de cero en una Argentina lejana. Giorgio le dice antes de partir: “forjaremos una nueva dinastía”. Y así fué. La familia a base de mucho esfuerzo crió tres hijos y  tuvieron una empresa constructora y agropecuaria con negocios en Argentina y Brasil.

Visita a Italia

Regresó a Italia por insistencia de su hija que luego de recorrer algunos países de Europa durante su luna de miel, le dijo que debía ir si o si a Italia. Que nada se comparaba a Italia. Volvió 32 años despues… “Me enamoré . La perdoné. Tenía rencor. Un rencor doloroso.”

Su marido le propuso regresar. Ella no quiso. Giorgio quiso solucionarlo en forma pragmática ofreciendole vivir 6 meses en cada lado del Atlántico. Ella se negó. Sus hijos eran argentinos. No pasaría dos veces por el mismo dolor.

Desarraigo

“No quise desarraigarme 2 veces. Desarraigo es erradicar, sacar de raíz. Es algo entrañable. Algo que te sacan de las entrañas. Pero tampoco hay que vivir con una patológica nostalgia. Es verdad que tengo una dicotomía permanente. Si no hay remedio el desarraigo hay que aguantarlo. Si el desarraigo es patológico, es falta de madurez. El desarraigo no se vence nunca, solo se supera. Hay que tener mucho cuidado de no inculcar a los hijos una nostalgia que no conocieron”.

Rosanna regresa anualmente a Italia, donde disfruta de lo que el pasado no le brindó. Pero al mes desea regresar. Extraña su familia. Extraña “sus cosas”. El fruto de su esfuerzo, que junto a Giorgio forjaron, está en Argentina.

Giorgio no está. Emigró de Italia pensando que su dinastía sería brasilera. Hoy su nieto, argentino, que conoció a su novia brasilera en Europa, le dió un bisnieto con sangre carioca. Rosanna, a los 88 años, será la madrina. Nada ni nadie pudo detener el destino que uniría Italia y Brasil de una manera tan hermosa.

Nos despedimos con un beso, para mi Rosanna ya no es una desconocida. Conozco más detalles de su vida que la de mucho de mis familiares. Creo que nuestros adultos mayores a veces callan “sus historias” porque piensan que no nos interesan. O será aún peor? nosotros no les preguntamos…

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