El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, entre tantas otras actividades turísticas, ofrece la posibilidad de conocer embajadas que hasta el año pasado era impensado visitar.
Es así que en 2016, por primera vez, pudimos visitar el Palacio Bosch, la Embajada de Estados Unidos (octubre 2016) y el Palacio Pereda, Embajada de Brasil (noviembre 2016). Estas dos actividades se sumaron a la ya habitual visita al Palacio Ortiz Basualdo, Embajada francesa (septiembre 2016).
Voy a contarles algo de la historia del Palacio Pereda, una increíble propiedad que se encuentra frente a la Plaza Carlos Pellegrini y frente a la Embajada de Francia, más precisamente en la calle Arroyo 1130.
Celedonio Pereda, argentino nacido en 1860, patriarca de la familia Pereda, decide construir a inicios del Siglo XX, un palacio imitando al edificio del Museo Jacquemart André de París. La obra se inicia en 1919 y culmina en 1936.
La fortuna familiar provenía de los agronegocios, ya que con 122.000 hectáreas de campo, ocupaban en la época el cuarto lugar en número de hectáreas dentro de los terratenientes locales.
El matrimonio Pereda, a pesar de que tuvo 6 hijos, no tuvo problemas para convivir en esta mansión de 4 plantas. 🙂
La obra del Palacio Pereda comenzó bajo de dirección del Arquitecto Louis Martin quien dejó sus tareas al poco tiempo de iniciada la obra por diferencias con Celedonio Pereda por la escalera del Hall Principal. Celedonio quería una copia exacta del Museo Jacquemart André, pero para Louis Martin era imposible por las dimensiones del hall. En su reemplazo es contratado el reconocido arquitecto belga Julio Dormal quien si finalizó la obra.
Te propongo recorrer parte del palacio a través de algunas fotos que tuve la oportunidad de tomar el día de la visita. Es para destacar la libertad que tuvimos para filmar, fotografiar o inclusive hacer un Periscope dentro de la propiedad. Por ejemplo, en la Embajada de los Estados Unidos esto no es posible.
La propiedad tiene 4.000 metros cuadros en 4 plantas. Solo pudimos conocer dos de ellas, ya que el Embajador de Brasil vive allí, tiene sus “departamentos privados” y obviamente “su casa” no es de acceso público. Además poseen oficinas en la tercera planta que no visitamos.
Las telas de los cielos rasos son algo que nunca había visto. El artista Sert realizó en cada uno de los ambientes principales una obra más increíble que la otra para admirar por un largo rato.
El 1938, tan solo 2 años después de inaugurado el edificio, la familia Pereda cedió su propiedad al Presidente brasileño Getulio Vargas, quien de visita en la Argentina, disfrutó de las comodidades de la mansión porteña. Sin saberlo, esta visita jugaría un papel muy importante en el futuro del Palacio.
La crisis mundial que comenzó en 1930 sumado a la segunda guerra mundial, hizo que semejante palacio con 40 empleados permanentes sume un costo muy alto para una familia que contaba con otras tantas propiedades a lo largo de nuestro país y el mundo.
Es así que en 1945, el gobierno brasileño, presidido por el visitante ilustre del Palacio que había quedado encantado, decide adquirir la propiedad para que funcione como embajada del país vecino. El precio pactado fué de 4.000 toneladas de hierro en barra en el puerto de Río de Janeiro más la propiedad que hasta ese momento ocupaba la embajada en la calle Callao al 1500. La familia Pereda se mudó con sus pertenencias y algunas obras de arte.
El gobierno brasileño mantuvo intacto el Palacio, su vajilla y mobiliario. A lo largo de este tiempo tuvo 2 grandes restauraciones y en 2016, por primera vez en su historia, fué abierto al público.
Estas visitas son organizadas por el Gobierno de la Ciudad. Tenías que enviar un email previamente y lo respondían con un horario sugerido, para dos personas por inscripto. Solicitaban los nombres completos de los visitantes y su DNI. Las visitas eran cada 40 minutos en grupos de 20 personas quienes recorrían las instalaciones con un guía. En nuestro caso María Florencia lo hizo de manera impecable, respondiendo nuestras dudas y relatando la historia de esta magnífica propiedad.
El trabajo que realiza el GCBA es muy importante, ya que del éxito de estas experiencias depende que se logren “abrir” nuevas embajadas al público.
Quienes disfrutamos de la historia de nuestra querida Buenos Aires agradecemos la oportunidad y esperamos repetirla en el año 2017.
4 diciembre, 2016 a las 12:59 am
Juano, im-pre-sio-nan-tes las fotos. Ya te conté que tuve la suerte de ir a cenar a la embajada hace muchos años, y recuerdo que mientras transcurría la velada era consciente de que estaba viviendo una experiencia única. Lo que más recuerdo (aparte de que nunca sabía de que lado me venía a servir el mayordomo, y en una me giré y le tiré una croqueta al suelo) lo mismo que citás vos en el texto: las telas pintadas de los cielos rasos, realmente impactantes.
Sin dudas, en el top de los edificios más bonitos de la ciudad!
Abrazo
4 diciembre, 2016 a las 1:50 am
QUE GRANDE. Que gran momento estar ahi cenando. Te acordás si fué en el comedor principal o en el comedor diario? Si yo quedé impactado en una visita guiada no me puedo imaginar lo que debe ser invitado a un lugar como ese. Mi tío que vivía en España tenía una perra campeona de España. Viajó con ella a cruzarla con el campeón del mundo. Llegaron al Castillo de un Conde alemán, y la perra no tuvo mejor idea que hacer “lo segundo” en la alfombra del salón de la recepción…. Eso es peor que lo de la croqueta! no te sientas mal por “ese detalle”. Abrazo Hernán!
4 diciembre, 2016 a las 1:50 am
QUE GRANDE. Que gran momento estar ahi cenando. Te acordás si fué en el comedor principal o en el comedor diario? Si yo quedé impactado en una visita guiada no me puedo imaginar lo que debe ser invitado a un lugar como ese. Mi tío que vivía en España tenía una perra campeona de España. Viajó con ella a cruzarla con el campeón del mundo. Llegaron al Castillo de un Conde alemán, y la perra no tuvo mejor idea que hacer “lo segundo” en la alfombra del salón de la recepción…. Eso es peor que lo de la croqueta! no te sientas mal por “ese detalle”. Abrazo Hernán!
4 diciembre, 2016 a las 2:00 am
Viendo las fotos te confirmo que fue en el comedor diario. Eramos exactamente 6, y la mesa tenía un mantel encima, pero la distribución era igualita.
Lo de la croqueta no fue tan grave como lo del perro, pero se me cagaron de risa todos, incluido el mayordomo, que como eramos todos adolescentes me siguió verdugueando toda la noche.
Abrazo!